jueves, 17 de julio de 2008

Llora en NYC

17 de julio de 2008


LLORA un film de pepecaudillo

y música de Javier Lara

en el NEW YORK INTERNATIONAL LATINO FILM FESTIVAL

www.nylatinofilm.com

Programa SHORTS: MADE YOU SMILE

Jueves 24 de julio - 6pm

Fordham University - Lincoln Center Campus

113 W 60th Stree (9th & 10th Ave.)

http://www.fordham.edu/discover_fordham/where_is_fordham/maps__directions/lincoln_center_direc/#sub

Viernes 25 de julio - 2pm

Helen Mills Theatre

137-139 W 26th Street (6th & 7th Ave.)

http://www.helenmills.com/directions.html

miércoles, 9 de julio de 2008

Revolución Algorítmica


(en la historia del arte interactivo)
El libre albedrío es una ilusión.
Una revolución normalmente se encuentra delante de nosotros y es anunciada con furia y fanfarrias. La revolución algorítmica se encuentra detrás de nosotros y nadie la nota. Esto la ha hecho aún más eficaz. No existe área alguna de nuestras vidas que no haya sido tocada por los algoritmos.
Durante los últimos 50 años los procesos que implican decisiones algorítmicas se han vuelto comunes a consecuencia de la incorporación de las computadoras en todos los campos de nuestra cultura –de la arquitectura a la música, de la literatura a las bellas artes, incluso en el transporte y las tareas administrativas. La revolución algorítmica crece con el avance de la tecnología, el cual comenzó con el desarrollo del alfabeto y ha alcanzado sus cúspides temporales en el genoma humano y la nanotecnología. No importa qué tan perceptibles puedan llegar a ser, los cambios que ha producido esta revolución son inmensos.
¿Qué es un algoritmo? Esencialmente se trata de una instrucción que consiste en un número finito de reglas diseñadas para solucionar un problema específico. El empleo más común de algoritmos se da en la informática pero, contrario a lo que pudiera pensarse, los algoritmos están presentes prácticamente en todos los campos de nuestra vida cotidiana. Podemos visualizar los algoritmos como listas ordenadas de pasos en un procedimiento que se puede comunicar y repetir con resultados similares o idénticos. Se utilizan algoritmos para repetir tareas complicadas y precisas con un mínimo de errores, como en la cocina (las recetas son algoritmos), en las matemáticas (como los procedimientos para hacer una multiplicación o para resolver una ecuación), en cálculo (cualquier programa de computadora es un ramo de algoritmos), en la agricultura o en la navegación.
Ya en el mundo del arte, podemos decir que una obra de arte es matemática si aparecen relaciones matemáticas y los gráficos en ella, codificados como una estructura matemática. Por ejemplo, los mosaicos de M C Escher son arte matemático. Por otro lado, una obra de arte es algorítmica si es repetitiva, simétrica y expresa una ecuación matemática (como curvas o superficies). Por ejemplo, “Butterfly” y “Whirlpools” de M C Escher son algorítmicos. El arte algorítmico expone repetición o simetría (incluida la casi-simetría de, por ejemplo, los mosaicos de Penrose). Sin embargo, el arte generado a través de software informático no es necesariamente informático, como lo pueden ser los fractales retocados digitalmente.
Durante mucho tiempo los algoritmos han jugado un importante papel como instrumentos creativos en la música y en las bellas artes. “De prospectiva pingendi” (1474) de Piero della Francesca y las “Instrucciones sobre la medida” (1525) de Alberto Durero no eran más que instrucciones sobre cómo producir pintura, escultura y proyectos arquitectónicos. En el arte moderno, en el movimiento Fluxus, en los happenings y en el performance, el objeto de la obra ha sido sustituido por instrucciones. Estas instrucciones para el usuario (público) de un objeto (instalación) o para el observador (público) de un cuadro (obra) en última instancia han provocado la plena integración del público en la obra de arte. Es con este hecho –y no solo con el advenimiento de la interfaz técnica, con el que comienza la historia del arte interactivo.
Las instalaciones audiovisuales se han convertido en uno de los destinos más recurrentes de los artistas que trabajan con recursos algorítmicos. La presentación de mundos reales en suma con elementos artificiales y fantásticos es una fórmula eficaz para que el público reinvente sus percepciones sobre la cotidianeidad y trascienda la rigidez de una interfaz. Por el otro lado, también encontramos las instalaciones “científicas”, es decir, aquellas que son normalmente desarrolladas por colectivos conformados por artistas y científicos (ingenieros, matemáticos, etc.) y que en su diseño y construcción poseen un elevado grado de complejidad; mostrándonos frecuentemente al arte, la arquitectura y la naturaleza humana en interacción –e incluso enfrentamiento con las máquinas y la creatividad digital. Los resultados de estas instalaciones son las consecuencias de la particular concepción estética de las entidades multidisciplinarias que emprenden estos proyectos.
Conozcamos un par de instalaciones-insignia de esta revolución transformadora:
Beyond Pages (1995)
Masaki Fujihata
En una habitación de tenue iluminación, un libro virtual se proyecta sobre un escritorio. A la mano tenemos un peculiar bolígrafo con el cual, al tocar el margen del libro, se cambiará automáticamente la “página”, emitiendo un rústico sonido que se vuelve hiperrealista en el ambiente de sonido envolvente que se encuentra instalado en el cuarto de la instalación. En las páginas de este libro están representados objetos y acontecimientos de nuestra vida cotidiana a través de palabras e imágenes. Los contenidos pueden ser combinados de la forma en que deseemos y, contrastándolos, nos encontramos provistos de una paleta sensorial que nos permite "reconocer" las cosas de una nueva manera, Una poética transformación de lo cotidiano hacia el infinito de la mente abierta.
Todas las reacciones pueden ser divididas en dos grandes categorías. La primera muestra únicamente imágenes virtuales, por ejemplo: una manzana completa es transformada en un corazón, como si alguien la hubiera mordisqueado; las hojas de una rama vibran mientras que unos traviesos bichos escarban dentro de ella; el contenido de un vaso que se diluye; palabras japonesas desfilando cadenciosamente entre las páginas. Entrelazada con verdaderos objetos, la segunda categoría representa efectos aún más sorprendentes: una lámpara real, a la izquierda, se enciende al hacer click sobre la imagen de un interruptor; un reloj sobre la pared se ajusta cuando la imagen de un reloj de arena es volteada; aparece la imagen de una puerta que se abre y se cierra rápidamente, al momento en que el espectador descubre que un niño se asoma por la puerta cada vez que hace click sobre la imagen de una perilla de puerta.
Cada movimiento de las imágenes es acompañado por sonidos relacionados con la imagen en turno. “Beyond Pages” es de fácil manipulación e inmediatos resultados. Todas sus funciones están basadas en simples clicks que se aplican sobre el libro. Con cada imagen, un sonido específico es simultáneamente emitido. “Beyond Pages” es más que un libro, se trata de un medio que almacena la información y otorga al espectador el espacio para la interacción plena con la propia instalación. Adicionalmente, “Beyond Pages” es un gran ejemplo de los trabajos colaborativos; es una obra que reúne el trabajo de artistas, ingenieros, diseñadores de computadoras y todo un staff especializado, quienes hacen uso del verdadero significado de la diversidad multimedia en el trabajo multidisciplinario.
Esta exquisita y poética pieza propone la unión entre palabras e imaginación como función de interactividad, como motor de transformación: “Sólo la imaginación, no las máquinas, puede darnos la posibilidad de encontrar un propósito. Las máquinas están aquí para colaborar en la producción de una nueva historia. Pueden ser utilizadas como un objeto que nos permite usar nuestros cerebros y aguijonear nuestra imaginación".
Ficha Técnica
  • Concepto y realización: Masaki Fujihata
  • Categoría: Entorno interactivo
  • Hardware: Power Macintosh 8100/100, 2 proyectores LCD, tableta digital Wacom, lápiz digital, silla, mesa, lámpara de mesa.
  • Software: Macromedia-Director
Neuronal Architecture Processor (Prototipo 1999)
Wolfgang Maass / Manfred Wolff-Plottegg
La premisa de esta obra proviene del principio de creatividad digital, el cual dice:
Cadena de descargas eléctricas en los organismos biológicos = flujos binarios de signos (series de bits) = datos (coordinadas, vectores) interpretadas como cuerpos geométricos (sólidos).
Esta ecuación trae consigo tres esferas de realidad, las cuales son tradicionalmente consideradas como distintas entre sí. A saber:
  • El mundo en nuestra cabeza: información, imaginación e ideas en la forma en que éstas son codificadas en los organismos biológicos.
  • El mundo del procesamiento de datos digitales, representado por flujos binarios de signos que funcionan como vocabulario para la comunicación entre computadoras.
  • El mundo de la generación de imágenes, espacios y arquitecturas nuevas.
Estas tres esferas de realidad son conjuntadas en la instalación bajo el común denominador del proceso de información. De esta manera, la instalación demuestra cómo la generación de imágenes / espacios / arquitecturas no tiene que ser percibida necesariamente como una muestra de expresión antropocéntrica. A través del uso de computadoras es posible dar un paso hacia la emancipación de los patrones de comportamiento, evaluación y producción.
La instalación consiste en dos PCs comunicadas entre sí; la salida de ellas es proyectada. La PC1 simula las células básicas que procesan información en nuestro cerebro, es decir, las neuronas. Es decir, la PC1 contiene un sencillo modelo matemático que simula la forma en que las neuronas funcionan en nuestro cerebro. Lo que este modelo neuronal tiene en común con las neuronas reales es que se comunica con otras neuronas a través de variaciones eléctricas. En ciertos momentos, la tensión eléctrica crece instantáneamente en el soma neuronal (demostrado a través del cambio de color en la neurona), e inmediatamente después cae, aproximadamente un milisegundo después. Esta fugaz variación de la tensión es transmitida a las otras neuronas a través de los axones (los cuales se demuestran en la instalación a través de potenciales eléctricos que se mueven). Este esquema emula a la versión original de los códigos usados por la naturaleza en nuestro cerebro.
La PC2 es un procesador de formas, el cual usa los códigos binarios provenientes de la PC1 para controlar una cadena de instrucciones, lo cual es una especie de script en donde las series de descargas eléctricas entrantes (provenientes de PC1) son transformadas en conjuntos de datos para cuerpos 3-D, los cuales, entonces, son representados gráficamente. Ni el software, ni el potencial matemático-geométrico de los vectores 3-D, ni el script de instrucciones son modificados por los datos provenientes de la PC1. Estos factores fijos imponen ciertos patrones globales sobre las imágenes generadas, de manera similar en que al aparato visual humano y el cerebro imponen patrones globales en el mundo de las imágenes que percibimos y reproducimos; patrones, por cierto, de los cuales generalmente no estamos conscientes.
En la instalación, la simulación de la neurona biológica y el genoma son de una simplicidad ridícula en comparación a la capacidad para procesar información que tiene una neurona real. El procesamiento, de hecho, sería unas 500 veces más rápido en una neurona real, lo cual impediría que visualmente fuera registrado por el ojo humano, esa es la razón por la que la frecuencia de visualización en la PC2 es reducida hasta un nivel perceptible para nuestras capacidades visuales humanas.
Ficha Técnica
  • Concepto y realización: Wolfgang Maass / Manfred Wolff-Plottegg
  • Categoría: Generador de arquitectura neuronal
  • Desarrollo de software: Andeas Gruber / Harald Burgsteiner
  • Hardware: 2 PCs, dos proyectores LCD.
La instalación interactiva hace que el observador se convierte en usuario, por lo tanto, tiene una participación primordial en el diseño de la obra. Por esta razón, obras pertenecientes, por ejemplo, al op art, kinetics o arte programmata, son recuperadas en el discurso estético y son incorporadas para ilustrar los orígenes del arte interactivo. Este giro estético hacia una cultura más receptiva ha sido reforzado en la música, en las bellas artes y, sobre todo, en la arquitectura.
Las primeras etapas de la animación y los gráficos por computadora, inequívocos puntos de partida para los programas que permiten trabajar con 3D, se encuentran por primera vez en un peculiar revival. El software art, representando el triunfo del arte algorítmico y la actualización práctica del media art, tiene su área de exposición precisamente en sí mismo; lo mismo aplica para el arte algorítmico en red y las más recientes exploraciones en la literatura algorítmica y la música acusmática.
Beyond Pages” y “Neuronal Architecture Processor” forman parte de la exposición Algorithmische Revolution que se exhibe desde Octubre de 2004 y hasta Enero de 2008 en el Zentrum für Kunst und Medientechnologie (ZKM) en Karlsruhe, Alemania.


jL






martes, 1 de julio de 2008

Jazz Mexicano



Jazz Mexicano: una piedra en el zapato
Hablar del jazz mexicano provoca todo tipo de reacciones dependiendo del círculo en el que se aborde el tema.
Entre los músicos, está de moda ser jazzista; existe una misteriosa reverencia y un extraño respeto hacia aquellos que se jactan de ser profesionales del jazz, veneraciones asociadas al virtuosismo que, se asume, debe tener todo aquel que se declare ejecutante de jazz.
Entre los críticos especializados predomina un optimismo excesivo ante la profusa producción discográfica que este género ha aportado en la última década.
Entre los empresarios y promotores de conciertos, el jazz ya es un negocio rentable, sobre todo si se le pone de fondo una escenografía sofisticada y cool, atractiva para los nuevos yuppies que proliferan en las grandes ciudades.
Incluso para las academias de música el jazz ya es un tema interesante; bien vale la pena replantear sus metas académicas si al incluir la palabra “jazz” su estatus se eleva y, con este, las colegiaturas.
Tratando de ir un poco más lejos con esta incipiente reflexión, apunto:
Es cierto que existe una gran producción discográfica de artistas asociados directa o indirectamente con el jazz; es impresionante ver cuántos discos se graban al año, cuántos músicos se lanzan a la aventura de producir sus propios discos, y aquí vale la pena abrir un paréntesis para mencionar uno de los factores clave en esta imparable producción discográfica: los avances tecnológicos en materia de audio digital, los cuales han permitido que, prácticamente, cualquier persona pueda tener su propio estudio en casa y logre, con una mínima preparación, afrontar con mayor o menor fortuna el proceso de grabación de un disco.
Sin embargo, ¿es un buen síntoma el hecho de que aparezcan, hoy más que nunca, discos de jazzistas mexicanos? No necesariamente.
¿Por el simple hecho de traer la etiqueta de “jazz” estos discos son una garantía de calidad musical y alto valor artístico? Definitivamente no.
Hace unos días hablaba sobre este tema con un amigo músico y reflexionábamos sobre los peligros que implica el hecho de producir discos tan fácilmente; es una gran tentación contar con unos cuantos miles de pesos en la bolsa y 12 temas regulares, porque eso significa que, si uno es aplicado en este negocio, se puede tener un disco en el mercado en menos de 3 meses. Esto se contrapone al protocolo antiguo, en donde el proceso de preproducción era muy importante y se valoraba distinto la oportunidad de meterse al estudio de grabación por lo complicado y costoso que resultaba. Ventajas y desventajas que nada tienen que ver con el adagio que indica que todo tiempo pasado fue mejor.
Y volviendo al tema, discos van y discos vienen año tras año, desafortunadamente, y salvo notables excepciones, la mayor parte de ellos no abonan a favor de eso que llamamos jazz mexicano; mes con mes escuchamos discos de reciente lanzamiento carentes de rigor en el uso del lenguaje jazzístico, pobres en el sonido individual y grupal logrado, sin una postura estética, por más conservadora o experimental que esta pueda llegar a ser, que nos permita descubrir a un artista detrás de ese ejecutante que hace desesperados malabares en su instrumento.
¿Y qué sucede con los medios? Algo muy similar a lo que sucede con los músicos: no existe una formación integral que les permita ser rigurosos a la hora de hacer su trabajo. De vez en cuando me sorprendo al leer las reseñas de reputados críticos que un día hacen pedazos a un buen disco y al siguiente dejan a las puertas del cielo el desconcertante trabajo de algún artista que le simpatiza o, peor aún, que le agrada. Ambos ejercicios críticos son realizados hablando de cosas tan poco concretas y subjetivas como la fusión, el lenguaje o los códigos, cualquier cosa que eso signifique.
¿Exactamente a qué me refiero cuando hablo de falta de rigor en el ejercicio de músicos y críticos?
Para abordar este inquietante asunto debo referirme a la forma en que funcionan ciertos elementos de la industria del jazz en los Estados Unidos -cuna de este género-, y no me refiero a elementos de infraestructura, tampoco me refiero a la terrible desproporción entre los sueldos que ganan aquí y allá los músicos que se dedican al jazz; lo que quiero robarme momentáneamente de la escena gringa es el profesionalismo con el que asumen su participación músicos y críticos.
Un buen músico de jazz del vecino país norteño asume su papel llevando a la práctica un ejercicio de elemental congruencia: conocer el lenguaje con el que trabaja. De esta forma, es muy complicado escuchar a un buen jazzista estadounidense cometer faltas de ortografía al componer o arreglar y errores de pronunciación al tocar; normalmente su lenguaje armónico es vasto y consistente, y si uno escucha a un ensamble de jazz, más allá de si su propuesta nos resulta o no interesante, podemos escuchar un diálogo sofisticado producto del dominio del lenguaje que se utiliza. Un solista que improvisa demuestra su nivel con el respeto que le tiene a las sugerencias rítmicas y armónicas, a los colores tímbricos y a las dinámicas que los acompañantes le ponen sobre el escenario.
Un buen crítico de jazz en los Estados Unidos habla con propiedad del trabajo armónico de un artista o de un grupo, analiza a fondo su sonido sumergiéndose a veces en asuntos de tecnología y de acústica, se refiere al fraseo, al manejo de las dinámicas, al discurso y a los recursos de los improvisadores, al trabajo de composición. Es decir, hace su tarea; no importa si para eso tienen que tomar clases de apreciación musical, un curso de entrenamiento auditivo o de plano un taller de armonía; sobra decir que no son pocos los críticos que tocan un instrumento, al menos como referencia para hacerse de mejores argumentos a la hora de escribir. Al final es claro que, con todo y la extensa preparación que pueda tener un crítico, lo más importante será su inteligencia y su sensibilidad para plasmar una opinión sólida y bien articulada. Un factor que se debe mencionar a estas alturas, y que juega en contra de la formación de una cultura del jazz, es el hecho de que no contamos con publicaciones especializadas en el género; las revistas de música existentes –que no son muchas, por cierto- abordan el jazz desde el punto de vista de un aficionado al jazz, es decir, comentarios superficiales, normalmente carentes de rigor y repletos de las personales ocurrencias del comentarista en turno. En la radio el jazz tiene un poco más de presencia pero igualmente encontramos en el micrófono a comentaristas aficionados al jazz con bonita voz, buen sentido del humor y elocuencia, pero con escasos fundamentos sólidos para convertirse en verdaderos promotores del género. Mención aparte en el tema de la presencia del jazz en la radio merece Roberto Aymes, pilar indiscutible del jazz mexicano quien, además de su prolífica carrera como músico, compositor, arreglista, director musical y empresario discográfico en el jazz, ha sostenido durante toda una vida su Panorama del Jazz que se transmite por Radio UNAM.
Ahora, tratando de aislar la problemática de la difusión del jazz en México, inevitablemente llegaremos al problema central: ¿Por qué tenemos tan pocos ejecutantes y compositores dedicados completamente al jazz? ¿Por qué muchos de nuestros jazzistas ejercen de lunes a miércoles y a partir del jueves tienen que emigrar al hueso?
Si de por sí se tacha de loco a aquel que decide consagrar su vida a la música, es necesario decir que ser jazzista -y debido a las condiciones a las que históricamente se han enfrentado esta clase de músicos en México - va contra cualquier razonamiento que pretenda darle lógica a semejante decisión. Y es que la elección de ser jazzista difícilmente pasa por un razonamiento lógico o un análisis profundo de las oportunidades profesionales que encontrará el músico de jazz en nuestro país; se trata más bien de una obediencia a lo que el corazón y los sentidos exigen; se trata de ser fiel a la naturaleza musical que el jazzista posee, la cual explota y se desarrolla irremediablemente cuando conoce a los de su especie.
Vayamos por partes, ¿a quién me estoy refiriendo cuando uso el término “músico de jazz”? Me refiero a aquellos músicos que han decidido vivir con el jazz de tiempo completo. Músicos que hacen verdaderos milagros para poderse mantener tocando únicamente la música que los mueve y los apasiona de verdad; eso implica multiplicar los esfuerzos y las horas de trabajo que tiene un músico “normal” para poderse generar los ingresos que les permitan tener un nivel de vida digno. Artistas en el sentido más idealista de la palabra, cuya única variante a su trabajo arriba del escenario jazzístico viene a ser la enseñanza, la transmisión desinteresada de sus conceptos musicales a las nuevas generaciones con el propósito principal de mantener vivo el espíritu del jazz.
No me refiero, definitivamente, a los músicos que usan el jazz como el pasatiempo de sus ratos libres solamente para demostrar que son músicos de verdad y darle de esta forma un estatus un poco más elevado a su condición de ejecutantes. Vale decir en este punto que, ante el público común y bajo la complicidad de una supuesta “improvisación”, cualquier músico con un buen nivel de habilidad en su instrumento puede pasar como jazzista por el simple hecho de subirse al escenario a hacer pirotecnia musical sobre una base propia de este estilo; recurso vacío y efectista que se vuelve predecible a los pocos minutos y que contrasta de inmediato ante la sensibilidad, el manejo coherente del lenguaje y los recursos sofisticados que un auténtico jazzista posee.
¿Cuál es la realidad de nuestros músicos de jazz? Las condiciones a las que se enfrentan estos músicos son muy duras. Primero tendríamos que hablar de los pocos espacios donde se abren las puertas para este tipo de música, los cuales no son los óptimos para su debida apreciación: restaurantes, galerías de arte, bares; sitios en donde se pretende “amenizar” la actividad principal con un poco de jazz que proporcione una atmósfera “fina” al lugar; normalmente en esta clase de sitios se hostiga permanentemente al músico con el nivel de volumen, siempre se está tocando a un volumen lo suficientemente ruidoso como para pedirle que le baje a su instrumento... aunque este sea un piano acústico. ¿Los sueldos? Cien, doscientos, trescientos pesos por una noche. A veces el dueño del lugar cree que es suficiente con servirle la cena al músico y “brindarle la oportunidad” de tocar jazz en su local.
Tristemente, se debe decir que podríamos contar con los dedos de las manos los sitios que se dedican exclusivamente a la presentación de jazz en vivo en las tres ciudades más grandes de nuestro país: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
Otro punto clave es el nulo interés de las compañías disqueras grandes, las trasnacionales, por editar material de jazzistas mexicanos. Las producciones independientes que nuestros músicos de jazz generan, desafortunadamente, se pierden en el anonimato que significa la distribución independiente. No es suficiente con vender los discos en el bar en el que se toca; no alcanza con hacer convenios con una tienda de discos para tener cinco copias perdidas en algún estante del almacén; tampoco basta con tocar estos discos a las 3:00am del martes en un programa de radio AM. El jazz necesita más, merece mucho más.
Por todo esto resulta importante que todas las personas que tengan el más mínimo interés hacia la música alternativa, especialmente hacia el jazz, apoyen este movimiento asistiendo a los conciertos de jazz y a los festivales que de este género se realizan año con año, informándose sobre el movimiento, adquiriendo los discos que con tanto esfuerzo producen los propios músicos y, sobre todo, dándole el sitio que el músico de jazz merece a lado de nuestros demás artistas; porque si el arte en general está en crisis, el jazz en particular está hundido entre el desinterés de la industria musical, el desdén del medio artístico y la indiferencia del público en general. Sólo con la participación de todos los que amamos la música será posible darle un lugar digno a este género que tan brillantes talentos le ha dado a la música mexicana.


jL